domingo, 23 de julio de 2017

Implicaciones de la transexualidad y el transgénero en la vida pública. Trans, V.

“—Doctor, necesito hormonas y que me opere.
—¿De qué está usted enfermo?
—Yo no estoy enferma. No me “patologice”.
—Pero es que usted me ha dicho que necesita…
—Está claro que no tiene ni idea de lo que me pasa. Escúcheme bien que YO se lo voy a explicar…”

No busquemos evidencias si ya tenemos el transplaining.
Ya hemos visto que la cuestión transgénero no es algo simple, ya que tiene múltiples implicaciones que hacen que el fenómeno vaya más allá que las que pueda tener una simple tendencia sexual no heteronormativa. Pero por otro lado no podemos negar que se encuentra en ese grupo de personas que han sufrido y sufren discriminación[1]. Esto es un hecho. Como también lo es que desde finales de los años sesenta esta discriminación en Occidente ha sido progresivamente reducida con notables éxitos. Y esto ha hecho que el colectivo se haya ido ampliando en sucesivas olas.
Hay dos puntos que unen a estas personas: vivir una sexualidad fuera de la norma y estar marginados por ello. Pero estos dos puntos encierran una gran diversidad en sus diferentes manifestaciones. No es lo mismo limitar tu diferencia a un deseo emocional, a que ese deseo te lleve a realizar transformaciones irreversibles en tu cuerpo. El sexo homosexual o el travestismo pueden ser fluidos y cambiantes, pero provocar una castración o una histerectomía son acciones que no tienen vuelta atrás, no somos figuritas de Lego. Y tampoco es lo mismo tener relaciones sexuales no heteronormativas que pedir dinero público para adaptar tu cuerpo a tus deseos, o exigir a la Administración que se creen ficciones jurídicas en las inscripciones del registro civil para figurar legalmente a tu gusto.
De la misma forma que es injusto que se legisle sobre lo que puedan hacer personas adultas de forma razonable y de mutuo acuerdo en su intimidad, tampoco se debe decidir por deseo de la mayoría lo que la ciencia pueda o no pueda investigar, ni forzar las conclusiones científicas en asuntos en los que no hay consenso por la presión de un grupo ideológico, eso es irracional. Porque como dice el profesor Jesús G. Maestro: “La razón no puede reducirse ni a lo que piense un individuo, porque la razón no es autológica ni yoísta, ni a lo que piense un gremio o un grupo, por fuerte o intimidatorio que sea, porque la razón no depende del nosotros, no cabe en el nosotros. La razón rebasa las posibilidades del yo y las posibilidades del nosotros, está por encima del individuo y del grupo.” Y el entorno LGTBIQ, acogiéndose a esta discriminación, ha estado forzando la razón desde que la Asociación Americana de Psiquiatría en su reunión del 15 de diciembre de 1973 retirara la homosexualidad del Manual de Diagnóstico y Estadística de los trastornos mentales (DSM) por un estrecho margen de votos.
El poder de este lobby ha hecho que actualmente existan leyes que pretende extenderse por todo Occidente que cometen ese lamentable error. Se está legislando basándose en creencias o ideologías sin fundamento científico. Vivimos en pleno síndrome de Galileo.
Eppur si muove…

Los estudios de género como (de)construcción social.
Con los conocimientos que disponemos hasta ahora, hay que tener en cuenta que estamos hablando de personas que tienen una percepción subjetiva de pertenencia a otro sexo. No podemos negar que si esto les produce sufrimiento no se trata de una cuestión baladí, pero no por ello deja de ser una simple percepción subjetiva.
Por otro lado, si hay sufrimiento o malestar en las personas que viven esta percepción ya hay algo que sí podría ser del ámbito médico o psicológico. Porque una de las incongruencias que se produce en la cuestión trans es no querer aceptar el trastorno como tal, sino que tratan de normalizarlo como un hecho más de lo que constituye nuestra probable idiosincrasia. Porque lo cierto es que las características habituales no perturban normalmente a las personas ni precisan de una readaptación quirúrgica ni hormonal. También es cierto que hay cuestiones que nos pueden perturbar sin ser cuestión de vida o muerte. Como tener alopecia o un vientre muy abultado, pero ni los implantes de pelo ni las liposucciones las cubre la Seguridad Social. Existen otras más importantes, como tener falta de vista o estar sin dientes. Y ni las gafas ni las prótesis dentales se cubren con dinero público. ¿Por qué va a cubrir la Seguridad Social algo que los que lo viven no lo consideran una patología o un trastorno? Y es absurdo que por ley ellos puedan informar que poseen esta característica, pero no se les pueda decir que se trata de un trastorno. O dicho de otra manera, si alguien sienten un malestar con el sexo con el que ha nacido tendrá que aceptar que tiene un problema, que podemos llamar disforia de género, trastorno de la identidad sexual o incongruencia de género, da igual el nombre. Pero ahí hay algo que no funciona.

La dictadura de la imagen: ¿Se reasigna el sexo o tan sólo su apariencia?
Uno de los tópicos contemporáneos es denunciar que vivimos en una sociedad de apariencias, y en ese sentido una parte importante del fenómeno trans es eso: apariencia. Porque por mucho que no guste hay que entender y asumir que por ahora no es posible cambiar el sexo de una persona, salvo en su imagen externa. Los procesos de reasignación sexual sólo inciden en la apariencia del sujeto, su realidad cromosómica seguirá siendo la que se le asignó en su gestación. Eso, actualmente, no es modificable. Por mucho que se diga: la reasignación de sexo no es posible. La ciencia no lo ha conseguido. No podemos descartar que la ingeniería genética pueda lograr algún día el cambio, pero actualmente esto aún no es posible. Por ahora se trata tan sólo de crear una imagen de mujer o de hombre, una ilusión. Hacer que las personas vivan en una fantasía. Sentir no es ser, pero si les vale…
No voy a extenderme en el aspecto legal del asunto, de las ficciones jurídicas que esto implica. Ni siquiera en el problema que se crea en las pruebas deportivas. ¿Acaso habrá que crear nuevas categorías olímpicas para no ser injusto con las personas por su sexo “nativo”?

¿Tiene el viento la respuesta?
Actualmente el cerebro humano es como el Manuscrito Voynich. Podemos imaginar de qué va cada parte por los dibujitos, pero como no estamos muy seguro de lo que realmente dice aún tenemos que movernos entre conjeturas y probabilidades.
Las causas podrán ser biológicas, psicológicas o sociológicas, incluso una compleja mezcla de todas, pero lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta. Por lo tanto, si no existe el acuerdo no podemos descartar ninguna de sus hipótesis. Al menos no debería existir una superioridad moral de ninguna sobre las otras. Se puede opinar sobre ello, o incluso argumentar apoyándose en alguna de sus teorías, pero lo que no podemos hacer es sentar cátedra afirmando que tenemos detrás un consenso global, porque simplemente no existe.
Y en toda esta maraña de datos tenemos claras muy pocas cosas:
1.     En el ser humano sólo hay dos sexos: masculino y femenino. La cuestión del intersexo (que espero tratar en otra ocasión) se trata de una serie de errores genéticos que no crean un tercer sexo definido.
2.     La identidad de género a veces varía, eso no lo pongo en duda, pero no sabemos con total certeza por qué motivo. A mi juicio hay más evidencias fisiológicas (variaciones hormonales y genéticas) que sociales o culturales, pero aceptar esto supondría un inconveniente para cierto feminismo, ya que implicaría que ciertos roles tienen una base que explicaría la biología evolutiva, cosa que chocaría con sus intereses ideológicos.
3.     La orientación sexual también podría tener una etiología múltiple. Algunos estudios indican que quizás en este caso no sólo son cuestiones sociales, culturales y educacionales, sino que también determinadas experiencias vitales pueden influir. Pero ya esto sería objeto de otro artículo.
4.     Por último, a través de la pasión etiquetadora de los estudios de género, ha aparecido una nueva vía, la expresión de género, para indicar las maneras en la estéticamente uno se presenta ante la sociedad (maneras masculinas, femeninas o andróginas) y esto sí, definitivamente es una estricta cuestión cultural, e incluso, en algunos casos, una pura pose.

Después de todo este tiempo considero que la polémica que generó la entrevista parte de una falsedad en su origen, voy a creer que por ingenuidad, y es la de considerar que el asunto de la transexualidad es “así de sencillo”. Esto no lo es de ninguna manera. Está tan alejado de ser algo sencillo que no ha podido poner en acuerdo a la comunidad científica en un siglo y medio.
Para finalizar voy a tomar como referencia dos de las posturas más claramente enfrentadas que existen actualmente: Paul R. McHugh y Judith Butler. Sus frases, por orden de aparición, pueden dejar bien claras las dos principales posturas (no únicas) que existen actualmente en relación a este asunto:

Judith Butler: “El género es una construcción independiente del sexo, un artificio libre de ataduras. Hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, podría ser tanto un cuerpo masculino como uno femenino.”[2]

Paul R. McHugh: “Uno podría esperar que aquellos que afirman que la identidad sexual no tiene base biológica o física traerían más evidencias que fueran convincentes. Pero como he aprendido, hay un profundo prejuicio en favor de la idea de que la naturaleza es totalmente maleable.”[3]



Epílogo.
Casualmente cuando me dispongo a publicar estos artículos aparece la sentencia del recurso de apelación[4] presentado por HazteOir.org por la retirada cautelar del autobús que inició toda esta polémica. Y creo que nos deja al menos un par de perlas relacionadas con lo que cuento aquí con las que quiero dar finalizado, por ahora, esta serie.
 “Admitir la persecución de ideas que molestan a algunos o bastantes, no es democrático, supone apoyar una visión sesgada del poder político como instrumento para imponer una filosofía que tiende a sustituir la antigua teocracia por una nueva ideocracia .”
            “Por último, no deja de llamar la atención que el denominado  “Tramabús” , autobús fletado por el partido político ”Podemos”, hace unos meses,  que circuló durante un tiempo y tuvo amplia cobertura informativa , llevaba , además  de leyendas sobre la corrupción, las figuras perfectamente  identificables, de políticos y algún periodista , que con independencia del juicio que cada uno pueda tener de ellos, tienen derecho a ver respetada su dignidad y presunción de   inocencia, y sin embargo ninguna autoridad impidió su circulación.”
En este caso parece que se ha hecho justicia, pero esto no ha hecho nada más que empezar.




[1] Los posibles motivos podrían ser interesantes para otra serie de artículos, pero lo importante ahora sólo es constatar el hecho.
[2] Judith Butler, Gender Trouble,Feminism and the Subersion of Identity, New York, Routledge, 1990, p. 6.
[3] https://www.firstthings.com/article/2004/11/surgical-sex
[4] Recurso de Apelación 921/2017. Origen: Juzgado de Instrucción N.º 03 de Madrid. Diligencias previas 450/2017

sábado, 22 de julio de 2017

Transexualidad e identidad de género en tiempos de la revolución sexual de la Pax americana: novedades, aciertos y algunos errores catastróficos. Trans, II.

Antes de la revolución.
Los años de recuperación tras la Segunda Guerra Mundial fueron de alivio y liberación, comenzaba la Pax americana. Muchos intelectuales que habían emigrado a Estados Unidos regresarían gradualmente a Europa. Pero algunos, como los de la Escuela de Frankfurt, dejarían fecundado el huevo de la serpiente. Uno de sus miembros más relevante, Herbert Marcuse, se quedaría generando una gran influencia en el ámbito universitario y sus extensiones.
En democracias liberales si prospera una moda social es porque existe una demanda del mercado previa para que esa tendencia eclosione. Es decir, que sus promotores encuentren el caldo de cultivo necesario en el lugar adecuado y en el momento justo. Esto es lo que sucedió en Estados Unidos con el movimiento de liberación sexual.
Tras una primera parte del siglo XX con terribles guerras globales, llegó la calma a mitad de la centuria con un periodo de tensión política (e incluso sexual) no resuelta. En este caso me centraré más en el segundo tipo de tensión, naturalmente.
Varios fueron los libros que impactaron por diferentes causas en la sociedad norteamericana de la posguerra: El segundo sexo de Simone de Beauvoir que se publicaría en 1953; Eros y Civilización de Herbert Marcuse, en 1955; El arte de amar de Erich Fromm, en 1957; La vida contra la muerte: el significado psicoanalítico de la historia de Norman O. Brown, en 1959.
En una sociedad con una economía tan dinámica la lucha de clases no iba a prosperar, pero en un grupo humano tan puritano como el norteamericano lo del sexo era algo distinto. Allí no había un paraíso socialista que ofrecer, pero un paraíso sexual sí podía ser apetecible. Y no tardaría en llegar.

Un género con toda clase de dudas.
Como ya indicaba en la primera parte de esta serie, para poder estudiar algo primero tenemos que darle un nombre.
La palabra género fuera de su uso gramatical aparece por vez primera en un artículo[1] de 1955 del polémico psicólogo John Money sobre lo que hoy conocemos como intersexo, y antes hermafroditismo.

«La expresión rol de género se usa para significar todas aquellas cosas que una persona dice o hace para revelar que él o ella tiene el estatus de niño u hombre, o niña o mujer, respectivamente. Ésta incluye, pero no está restringida, a la sexualidad en el sentido de erotismo.»[2]
De forma más específica, acercándonos por fin a lo que hoy entendemos como transgénero, el psiquiatra Robert Stoller en 1963, en el 23º Congreso Psicoanalítico Internacional de Estocolmo, declara que hacía la distinción entre sexo y género para poder diagnosticar aquellas personas que, aunque poseían un cuerpo de hombre, se sentían mujeres. Y cinco años después, en 1968, Stoller publica Sex and Gender: On the Development of Masculinity and Femininity[3], en este trabajo detalla la distinción entre el sexo fisiológico del género con el que la persona se identifica. Este punto, como verás, se convertirá en esencial en todo este asunto:
”Género es un término que tiene connotaciones psicológicas y culturales más que biológicas; si los términos adecuados para el sexo son varón y hembra, los correspondientes al género son masculino y femenino y estos últimos pueden ser bastante independientes del sexo biológico.”[4]
Curiosamente Stoller no era partidario de la reasignación quirúrgica del sexo como solución universal, consideraba que había que estudiar individualmente cada caso.
Posteriormente el feminismo y la teoría queer se apropiaría de esta distinción para sus propios intereses.

El síndrome de Harry Benjamin
El primer estudio monográfico específico sobre la transexualidad lo escribe en 1966 el endocrinólogo alemán nacionalizado estadounidense Harry Benjamin: The Transsexual Phenomenon[5], un libro que contribuye a la popularización y asentamiento del término. El interés de Benjamin por estos casos nacería por su encuentro en 1948 con Alfred Kinsey, un biólogo (el primero de renombre en esta historia, que curiosamente era entomólogo de formación) que le pediría consejo en relación a un joven que quería transformarse en mujer. Kinsey por entonces preparaba su celebérrimo Comportamiento sexual del hombre[6]. Benjamin sugirió tratar al paciente con estrógenos. El chico posteriormente se trasladaría a Alemania para una operación de sexo. Este contacto casual llevaría a Benjamin a convertirse en una de las máximas autoridades en la transexualidad.
Harry Benjamin puso nombre a un síndrome que creía que se producía por causas físicas, consideraba que esta disforia se producía por un desarrollo cerebral femenino en un cuerpo masculino. Teoría que situaba a la transexualidad en una refinada variedad de intersexo, en la que la divergencia no se encontraba en tanto en la genitalidad como en el cerebro. Hecho que, al menos en este caso, contradecía la construcción externa de la feminidad que propugnaba Simone de Beauvoir. Si hay un “cerebro femenino” no podemos decir que la feminidad se construye, salvo que sea en los aspectos más sociales, culturales y folclóricos de lo femenino.
Lo cierto es que aunque el síndrome se acepta, se le llamará disforia de género, seguimos sin tener evidencias científicas de esa modificación cerebral. Aún hay que confiar en el sentimiento de la persona.
Como curiosidad en ese mismo año se publica en Estados Unidos The Social Construction of Reality[7], el libro germinal del construccionismo social.
Pero lamentablemente en 1966 pasaron más cosas.
***
Que la realidad no te estropee una buena teoría: El caso Money-Reimer-Diamond.
John Money era un psicólogo neozelandés que en 1947 emigra a Estados Unidos para ampliar sus estudios y se especializa en sexología, teniendo una gran influencia del ya citado Harry Benjamin. Finalmente será profesor en la Universidad de Johns Hopkins en la que tendría como alumno a Louis Gooren, del que ya hablaremos un poco más adelante.
Money, junto al más prudente Robert Stoller, será uno de los creadores del concepto “identidad de género”, que será uno de los pilares en los que se asienten los estudios de género de los que ya Simone de Beauvoir había puesto la piedra angular. Lo malo es que el ambicioso John Money quiso ir mucho más allá. La realidad no le podía anular una supuesta buena teoría.
En 1966, tras una fatal operación de fimosis, el bebé Bruce Reimer pierde el pene. Por casualidad sus padres ven a Money en televisión, que por entonces sostenía la tesis de la orientación sexual como una construcción educativa sociocultural frente al determinismo biológico. Los padres de Bruce creyeron que aquello podía ser una solución para su drama familiar, así que se pusieron en contacto con aquel psicólogo y confiaron en él. Para Money aquel caso era providencial, ya que Bruce era hermano gemelo, y con este experimento podría demostrar su tesis. El niño pasaría a ser Brenda y tratado como niña a partir de entonces. Money escribiría un libro relatando la historia como la demostración definitiva de su teoría. Pero la realidad era muy distinta. Tras años de sufrimiento el chico nunca se sintió mujer. En plena adolescencia sus padres le dirían la verdad y él pediría volver a su sexo biológico. Finalmente, reconvertido ahora en David, y animado por el biofísico Milton Diamond (uno de los pocos científicos con valor suficiente para enfrentarse al todopoderoso Money) y un indeciso Keith Sigmundson (el nuevo psiquiatra de los gemelos) el chico se atreve a contarlo todo al periodista John Colapinto que publica la historia en The Rolling Stones, en 1997, y posteriormente en un libro[8]. Brian, el hermano en la sombra con graves problemas psicológicos, cae en la drogadicción y se suicida en 2002. Bruce/Brenda/David lo hará en 2004. Iba a cumplir 39 años.[9]

John Money y Bruce/Brenda/David Reimer.


Estudios de género: ¿una verdad revelada?
Se puede pensar que es injusto atacar a toda esa amalgama de corriente de pensamiento que se encuadran hoy en día dentro de los estudios de género a través del desastroso experimento John/Joan de John Money. Pero lo cierto es que sin una evidencia científica que los respalde los estudios de género son sólo una creencia, o como también se les llama, una ideología. Y por lo sucedido no creo que se trate de una ideología precisamente esperanzadora.
Con aquel terrible experimento debería haber quedado ya claro que debe de haber algo más que una construcción social en el desarrollo de lo que han querido denominar “género”, aunque hasta entonces, y te adelanto que hasta ahora, no se hubiese encontrado nada. De hecho ahora sabemos que existe una fuerte vinculación entre los genitales y el cerebro, no son dos órganos independientes, pero de eso hablaré cuando toque.
El biofísico Milton Diamond, responsable de destapar el affaire, cuando todo terminó declaró: “Si todos estos esfuerzos médicos, quirúrgicos y sociales combinados no tuvieron éxito en hacer que este niño aceptara una identidad de género femenina entonces, tal vez, tengamos que pensar que hay algo importante en la constitución biológica del individuo.”[10]

John Money, juicio ad hominen.
No voy a negar las aportaciones de John Money a la sexología, pero tampoco puedo ignorar el sufrimiento que generó su egolatría. En cualquier otro caso hubiera escrito simplemente que fue el primer psicólogo de reconocido prestigio que se posicionó a favor de que la identidad de género era algo adquirido a través de construcciones socioculturales, más que un hecho biológico innato, como proponía su colega Benjamin. Y es cierto que trató de probarlo con un estudio científico, uno de los primeros con vocación científica. Pero lo cierto es que fue un fracaso. Un fracaso que ocultó mientras pudo y que nunca reconoció abiertamente. Si el vínculo entre ciencia y ética es inevitable, en este caso creo que hay pocas dudas que se traspasó holgadamente.
Todos somos frutos, y a veces víctimas, de nuestras biografías, y Money no lo era menos. Educado en un puritanismo represor le llevó a hacer oscilar el péndulo de lo razonable mucho más allá de sus límites. No voy a reprocharle que explorara la sexualidad en todos sus límites, pero sí que inocentes pagaran con ello.
Personas que lo conocieron, como el sexólogo Richard Green lo describen como alguien de dudosa moral, soberbio, prepotente, egoísta. Quizás lo mejor que se puede hablar de él es que demostró con la vida de otros que estaba equivocado.
Una de sus pensamientos que lo retratan como lo que era está relacionado con la pedofilia, que por cierto Richard Green también mira con benevolencia:
“Si yo fuera a ver el caso de un niño de diez u once años que está intensamente y eróticamente atraído hacia un adulto de unos veinte o treinta años, si la relación es totalmente recíproca, así como la unión es verdadera y totalmente mutua… Entonces yo no lo consideraría patológico de ninguna manera.”[11]

Una década revolucionaria.
La de los sesenta fue una década revolucionaria. También es cierto que si bien en Europa y sus áreas de influencia (antiguas colonias o territorios en proceso de descolonización) se centró en cuestiones estrictamente políticas más tradicionales, en Estados Unidos se abrieron a nuevas áreas de protesta.
Un problema local, la segregación de los ciudadanos de origen africano, tiene su mayor periodo de protestas en la búsqueda de obtener la igualdad de derechos civiles.
La Segunda Ola Feminista se asienta y se convierte en un auténtico lobby de poder.
Son años de liberación sexual y experimentación con todo tipo de drogas.
El 28 de junio de 1969, casi terminando la década, se producen los disturbios de Stonewall, en Greenwich Village, Nueva York. Y con ellos el activismo LGTB empieza a coger vuelo y a arrastrar a todas sus confluencias. Como curiosidad hay que tener en cuenta que en este caso los travestis, transexuales y transgénero tuvieron una importancia vital, ya que el local en el que empezó todo estaba especializado en estas variantes del entorno LGTB.
Su fuerza como lobby se demuestra en el hecho que tan sólo unos cuatro años y medio después de que se produjeran estos disturbios consiguieron, tras numerosas presiones, que la Asociación Americana de Psiquiatría en su reunión del 15 de diciembre de 1973 retirara la homosexualidad del Manual de Diagnóstico y Estadística de los trastornos mentales (DSM). Fue una victoria reñida, votó un 58% a favor. Y se rebautizó como orientación sexual alterada, para calificar a las personas que no estaban a gusto con tener estos deseos. Pero no dejó de ser un triunfo para su causa que se iría ampliando en años sucesivos.
Son cambios sociales y políticos, pero con respecto a la ciencia seguimos en las mismas. ¿Qué evidencias tenemos sobre las niñas con pene y los niños con vulva que decía el periodista Iñaki López? Hasta principio de los años setenta vemos que aún ninguna. Pero sigamos viendo qué pasó en las siguientes décadas.




[1] Money, John (1955). «Hermaphroditism, gender and precocity in hyperadrenocorticism: Psychologic findings». Bulletin of the Johns Hopkins Hospital. 96: 253-264.
[2] Money, John (1955). «Hermaphroditism, gender and precocity in hyperadrenocorticism: Psychologic ndings». Bulletin of the Johns Hopkins Hospital (en inglés) 96: 253-264. PMID 14378807.
[3] Stoller, Robert; Sex and Gender: On the Development of Masculinity and Femininity, Science House, New York City (1968).
[4] Ibíd. P.187.
[5] Harry Benjamin (1966). The Transsexual Phenomenon. The Julian Press, INC. Publishers.
[6] A.C. Kinsey, W.B. Pomeroy, C.E. Martin (1948). Sexual Behavior in the Human Male. Philadelphia, PA: W.B. Saunders.
[7] Berger; Luckmann, Perter L.; Thomas (1968). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu.
[8] Colapinto, John (2000). As Nature Made Him: The Boy Who Was Raised As a Girl.
[9] El padre terminaría alcoholizado y, según alguna fuente, también suicida, y la madre con depresiones crónicas e impulsos suicidas.
[10] Colapinto, John (2000). As Nature Made Him: The Boy Who Was Raised As a Girl. P. 174-175.
[11] “If I were to see the case of a boy aged ten or eleven who’s intensely erotically attracted toward a man in his twenties or thirties, if the relationship is totally mutual, and the bonding is genuinely totally mutual…then I would not call it pathological in any way.”  Entrevista John Money. PAIDIKA: The Journal of Paedophilia, Spring 1991, vol. 2, no. 3, p. 5.

El género se construye… porque yo lo valgo: Trans, IV.

Resumen de los artículos anteriores:
Pese a que llevamos casi un siglo y medio de estudios e investigaciones, actualmente seguimos sin tener un consenso científico global sobre el origen de lo que se ha llamado transexualidad, disforia de género, trastorno de la identidad sexual o incongruencia de género.

GAFAPASTA/NERD MODE OFF.
***
POPULIST MODE ON.

“Todas las opiniones y nociones a las que se nos ha acostumbrado desde la infancia se arraigan tan profundamente que nos es imposible erradicarlas, aunque empleemos todo el poder de la razón.”[1] David Hume, Tratado de la naturaleza humana.

Los estudios de género son ciencia… ¿ficción?
Se ha convertido en costumbre, especialmente cuando quieren cerrarte una discusión en la que estás presentando argumentos, en enviarte a que te informes. Sin duda es mejor eso a que te manden a la mierda, pero no deja de ser curioso que se crea que en cada asunto exista una única información contrastada y canónica que nos pueda sacar de toda duda. En cualquier caso, después de pasarme casi cuatro meses dedicado en exclusiva a leer sobre transgénero, se podrá estar en desacuerdo o no con las conclusiones que ahora presento, pero lo que no se podrá decir es que no me he informado. También quiero dejar claro que he ido hacia este estudio bastante libre de prejuicios y de cargas emocionales: no conozco a nadie directamente afectado por ello, no profeso religión alguna y no me debo a ninguna ideología partidista.
Con lo que ahora sé he vuelto a ver la entrevista de Iñaki López a Ignacio Arsuaga, que fue la chispa que encendió este estudio, y puedo decir con seguridad que aquello fue un total despropósito. El periodista no sólo no se había informado en exceso, sino que parecía no tener ni idea de lo que estaba hablando, más allá de tópicos y consignas mal aprendidas. Tanto es así que hasta desde las propias filas del entorno LGTB alguien le llamó al orden[2].
Sin discutir la veracidad de las definiciones que los estudios de género dan sobre las categorías que ellos mismos proponen, lo que está claro es que Iñaki López las desconocía por completo. Por ejemplo, confundía sexualidad con identidad de género, lo que ya hacía surrealista todo el debate posterior. O, como indica el bloguero LGTB que he enlazado, confundía también identidad de género con orientación sexual. Vamos, que se hacía un lío.
Iñaki López exclama en la entrevista con un vigoroso entusiasmo que “la biología dice claramente que la elección del sexo… la sexualidad está en la cabeza, no en los genitales”. Como si “la biología” se hubiera pronunciado sobre este asunto en un comunicado oficial. Como si la biología fuese una unidad de destino en lo universal. De todas maneras, si te has tomado la molestia de leer la compilación que he hecho sobre transgénero y ciencia (si estás entre los lectores perezosos no te preocupes que ahora te lo resumo) has podido ver que no ha sido esta una cuestión estrictamente biológica, sino más bien propia de psicólogos y psiquiatras, y que, por último, ha sido apropiada por filósofos y por científicos sociales. Sobre esto quiero mostrar una tabla sinóptica que puede darnos una idea de cómo el sesgo ideológico y biográfico puede estar en todas las partes:



No hay más que echar una mirada superficial para observar que la biología y la neurociencia han optado más en ver en este asunto como una cuestión fisiológica, mientras que las ciencias sociales y otros estudios de raíz filosófica (entre los que además se encuentra una mayoría de individuos afines al sexo no heteronormativo) han preferido verla como una construcción sociocultural. ¿Habrá por alguna parte, o por las dos, un sesgo y/o conflicto etic/emic?

Iñaki López y el pensamiento gaseoso.
 “—Usted lo que pide es que algunos profesores eduquen a sus hijos en base a hechos biológicos que ustedes se han inventado y que no existen.
—Bueno, vamos a ver, yo tengo hijos en primaria y en la ESO, y yo he cogido el libro de Biología y cuando habla del aparato reproductor masculino pues, desde luego, se habla del pene y de los testículos…
—¿Y qué tiene que ver eso con la sexualidad?
—…
—Bueno, sí, un pene es un pene, un codo es un codo, los ojos son los ojos… Pero la sexualidad está en la cabeza, no en los genitales.”

Si calificamos el pensamiento por su consistencia podemos tener reflexiones sólidas, líquidas, gelatinosas o gaseosas. Ese es el caso del pensamiento de Iñaki López, el suyo es un pensamiento evanescente como el humo. Sus opiniones están basadas en prejuicios fuertemente arraigados que difícilmente podrán ser erradicados con el uso de la razón. Esto es así porque “lo ha dicho la ciencia” y punto.
Vayamos a los hechos.
En nuestra especie sólo hay dos sexos: masculino y femenino. Es cierto que existen algunos síndromes en los que esto no se define claramente, pero eso son trastornos. La naturaleza no es perfecta y a veces falla. Desde el punto de vista genético no existe un “tercer sexo”. Quizás a lo que Iñaki López se quería referir, y uso el lenguaje propuesto por los estudios de género, es a la identidad de género, que no es una cuestión biológica, sino psicológica, o si quieren filosófica, sociológica o antropológica. En cualquier caso, entre nuestros genitales y nuestro cerebro sí hay una importante relación, y es mucho más íntima que la que podemos tener con nuestro codo e incluso con nuestros ojos, porque se puede carecer de estas dos partes del cuerpo y tener aún sexualidad, pero sin los genitales es imposible. Ya que a partir de la cuarta semana de gestación de nuestra especie es cuando nuestra gónada bipotencial se desarrolla como masculina o femenina y a partir de ahí, en varias fases, envía hormonas al cerebro y a otras partes del cuerpo (testosterona o estrógenos). Y es por esto que se cree que existen esas diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos. Por esto los genitales con respecto a la sexualidad NO son una parte del cuerpo cualquiera, como es el codo o los ojos (aunque también podamos sentir sensaciones sexualmente placenteras con ambos) sino que son una parte esencial.

Las leyes LGTB: el síndrome de Galileo.

“—¿En serio está prohibido en España que un homosexual quiera ser heterosexual?
—Está prohibido con una multa de 45.000 € que una persona le ayude a ese homosexual para dejar de serlo.
—Señor Arsuaga, ¿en qué ley viene eso?
—Lo ha dicho Carla Antonelli, en la Ley de Madrid que se aprobó en julio.
—¿Me quiere usted decir que el que sea homosexual y quiera pasar a la heterosexualidad en España, no puede por ley?
—No puede recibir ningún tipo de ayuda. Si una persona le quiere ayudar, esa persona que le ayuda va a recibir una multa de 45.000€. Eso, en mi opinión, es una imposición y es, en última instancia, autoritaria.
—Es que a mí me parece todo de ciencia ficción, señor Arsuaga.
—Está en la ley, está en la ley…”

Uno de los momentos más desafortunados de la entrevista fue cuando demostró que no sólo no se la había preparado, sino que ni siquiera estaba atento a su desarrollo. Tenía ya tan arraigado sus prejuicios que era incapaz de escuchar.
Ciertamente la Ley 2/2016, de 29 de marzo de la Comunidad de Madrid[3], calco de otra de Extremadura[4], es un auténtico despropósito[5]. Con esa ley se está cayendo el mismo error que se ha cometido en otros momentos históricos, cuando se creía que interpretaciones de creencias particulares podían estar por encima de las evidencias científicas. Si no sabemos a qué se debe la disforia de género y ni siquiera podemos decir que tenga una etiología única ¿cómo podemos estar seguros de que todas sus variantes son sanas e inmutables? ¿Es que acaso no tienen en cuenta que los sentimientos transgénero aparecen en cuadros de comorbilidad acompañando a patologías definidas? Existe literatura científica que vincula estos deseos transgénero a pacientes esquizofrénicos[6], a maníaco-depresivos[7] y a otras psicopatías[8]. Existen además indicios que vinculan una importante proporción de pacientes con trastorno de espectro autista a trastornos de identidad sexual. Se ha encontrado que en personas con síndrome de Asperger su porcentaje es muy superior a la media[9]. ¿Se va a multar al médico que trate a estos pacientes? No niego que es desafortunada la expresión de terapia de aversión o de conversión, pero ¿cabría en esto la terapia de aceptación? ¿Si prohibimos terapias con bajo índice de éxito habría también que prohibir otras terapias a las que aún no se ha conseguido un nivel de éxito aceptable?
Lejos del prejuicio fuertemente arraigado de Iñaki López y otras muchas personas, lo cierto es que ante el asunto transgénero no existe ninguna evidencia científica que corrobore su causa. Sólo tenemos que se trata de un sentimiento subjetivo de algunas personas. Como hay personas que se ven gordas cuando los demás vemos objetivamente que están en los huesos. Si entendemos que lo de las personas que sufren anorexia nerviosa es un grave problema de percepción. ¿Por qué hay personas que no aceptan que esto también puede ser un trastorno similar? Doy una posible causa: por la discriminación. La discriminación y violencia hacia los colectivos no heteronormativos ha sido y es un hecho real y trágico en el mundo. Y esto ha generado la necesidad de la creación de los colectivos de defensa. Desde finales de los años sesenta gais, bisexuales, lesbianas y travestis descubrieron que unidos conseguían ventajas para sus intereses. Y por ello necesitaban ampliar su grupo de presión lo máximo posible. En este sentido las personas transgénero, y después las intersexuales, fueron miembros preferentes del club. Y puede que también sean grupos humanos que hayan sufrido marginación y violencia injustificada por cuestiones relacionadas con el sexo, pero no podemos decir que se trate de exactamente lo mismo. Ya que la transexualidad, aunque coincida con la homosexualidad el ser un hecho sexual diverso, no sólo implica tener deseos sexuales entre adultos, esto va más allá, ya que tiene implicaciones médicas y legales más complejas.  

¿Hay niños con vulva y niñas con pene?: El sexo de los ángeles.
“—El niño que nace con pene es varón, y así queda registrado en el Registro Civil.
—¡Que no, que no, señor Arsuaga! Es una pena que no tengamos un biólogo con nosotros. La biología, lo hemos comprobado los científicos (sic), lo niega. El género está en el cerebro, no en los genitales. ¡Puede haber niños con vulva!”

El aspecto más controvertido del transgénero es cuando se aplica a la infancia. La infancia es un periodo de aprendizaje intelectual y emocional. Entender el mundo que nos ha tocado vivir no es una tarea fácil. Y sentirnos bien en ese mundo a veces es mucho más difícil. La infancia es per se un periodo de continuos cambios y pruebas. En esa fase los niños pueden probar y dudar de todo, incluso del género que la genética le ha asignado, lo que no tiene que indicar que se traten esas pruebas y dudas de cuestiones inmutables e intocables. De hecho, los estudios de los que disponemos hasta ahora arrojan resultados diversos y nada concluyentes[10]. Lo que sí parece claro es que la persistencia es mayor en aquellos casos en los que la recepción del fenómeno es favorable. Pero aun así hay que tener en cuenta los casos en los que esta percepción remite. ¿Qué sucede con estos niños si antes de su remisión ya se ha iniciado con ellos un proceso de readaptación? ¿Cómo decidir con cual niño esto se inicia y con cual no? ¿Cómo podemos dar crédito a los sentimientos de un niño cuando estos son frágiles y cambiantes por naturaleza? ¿Vamos a convencernos de que el sentimiento transgénero de un niño va a ser estable y prolongado en el tiempo? ¿Pensaríamos lo mismo si tiene un amigo invisible? ¿Vamos a darle toda nuestra atención y apoyo por una probabilidad irreversible?
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría reconoce que la persistencia de la disforia de género de niños una vez que llegan a la edad adulta no es mayoritaria, y de hecho en algunos casos casi insignificante.

“Según el DSM- 5, “en los nacidos varones, la persistencia [de la disforia de género] oscila entre el 2,2% y el 30%. En las nacidas mujeres, la persistencia oscila entre el 12% y el 50%.”67 Los datos científicos sobre la persistencia de la disforia de género siguen siendo escasos debido a la muy reducida prevalencia del problema entre la población general, pero la amplia mayoría de resultados en la literatura apuntan a que aún no sabemos mucho sobre por qué la disforia persiste o remite en los niños. Tal como observa el DSM-5 más adelante, “no está claro si los niños a los que se ‘anima’ o apoya para vivir socialmente según el sexo deseado vayan a presentar mayores tasas de persistencia, ya que aún no se ha seguido longitudinalmente a dichos niños de modo sistemático.”68 Claramente, es necesario llevar a cabo más estudios en este campo y también que padres y terapeutas reconozcan la gran incertidumbre existente sobre cómo interpretar la conducta de estos niños.” (Pág. 98.) [11]

Varios estudios recientes[12] siguen marcando un índice de suicidios y de trastornos mentales en personas jóvenes que han sido sometidas a la “reasignación” de sexo. No puede haber duda que hay que seguir investigando. Quizás no sea una cuestión de reasignación, como no lo era la aversión ni la conversión, quizás habrá que encontrar un camino intermedio, en la aceptación, quizás.
La polémica profesora Camille Paglia hace una interesante y audaz reflexión sobre este asunto[13]:

"Se anima a los padres a someter al niño a procedimientos que creo que son una forma de abuso infantil: las hormonas para retardar la pubertad, las manipulaciones quirúrgicas, etcétera… Creo que esto es incorrecto, la gente debería esperar a que sus hijos estén informados y tengan la edad de consentimiento.”

La perspectiva que no podemos dejar apartada es que se trata de una apreciación subjetiva del individuo. Es decir, no hay una prueba objetiva de que esta disforia corresponda a un hecho biológico concreto. No estamos hablando de intersexo, hablamos de niños en los que sus cromosomas marcan su clara pertenencia al grupo XX o XY. O sea, niños con pene y niñas con vagina. Son casos equiparables a los de las personas anoréxicas que se ven gorda, pero pueden estar en los huesos. Una apreciación subjetiva que no corresponde con la realidad. Y además hablamos de individuos inmaduros, en fase de formación. Por ello, lo que no parece razonable es aceptar y estimular con alegría y sin reflexión a los niños que en un momento se les cruza esta idea. Todo deseamos ser queridos y aceptados, pero esto puede ser un camino equivocado de lograrlo. Por eso, ahora que he leído, he reflexionado y me he informado de todo este asunto, creo que lo escandaloso del autobús de HazteOír no estaba tanto en su mensaje, que era simple y obvio, sino en descubrir que existen asociaciones de niños transgénero. Eso, con la escasez de evidencias científicas que disponemos en estos momentos, realmente me parece que es más peligroso.
Sin tener conclusiones definitivas, por ahora, la cautela debería ser la mejor opción.



[1] D. Hume, Tratado de la naturaleza humana (Editora Nacional, 1981/Ediciones Orbis, 1984) págs 231,232.
[3] Ley 2/2016, de 29 de marzo, de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación.
[4] Ley 12/2015, de 8 de abril, de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales y de políticas públicas contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género en la Comunidad Autónoma de Extremadura.
[5] Es especialmente desafortunado el artículo 70 que se refiera a las infracciones, ya que cierra la posibilidad de tratamiento apacientes con comorbilidad, antes los que esta tendencia es temporal, pudiendo convertirla en definitiva, con los consiguientes arrepentimientos irreparables.
4. Son infracciones muy graves:
c) La promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias.
[6] Gittleson NL, Levine S: las ideas subjetivas de cambio sexual en los esquizofrénicos masculinos. Br J Psychiatry 1966; 112: 779-782.
[7] Habermeyer E, Kamps I, Kawohl W. Un caso de la psicosis bipolar y transexualismo. Psychopathology.2003; 36: 168-170.
[8] Mayer C, Kapfhammer HP: La coincidencia de la transexualidad y la psicosis. Neurólogy 1995, 66:225-230.
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352012000100008
[9] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24619651